lunes, 21 de julio de 2014

ESOS FANS DEL FUTBOL

Ya se que lo que voy a decir le va a molestar a bastante gente.
Ante todo, sin embargo, quiero dejar constancia de que me gusta el fútbol. Lo he jugado tantas veces a lo largo de mi vida como me ha sido posible. Ahora lo veo por la tele cuando consigo que no me aburran los equipos que lo están jugando; cosa que pasa con harta frecuencia... y es que mi defecto es que no soy de ningún equipo. Cuando veo algún partido quiero siempre que gane el que mejor esté jugando; sin ambos juegan igual de bien o de mal, mi deseo es que empaten. Me parece una estupidez soberana esa frase tan manida de "quiero que gane mi equipo aunque sea de penalty injusto en el tiempo de una prórroga artificialmente dilatada por un árbitro amigo".
Decididamente yo me siento incapaz de sentir unos colores al modo en que los sienten los fanáticos de este o de aquel equipo. Ni siquiera me afecta un tanto así que el equipo nacional pierda cinco a uno frente a Holanda, Me alegré porque vi a un equipo que jugó muy bien, con velocidad y precisión, y que resultó justo vencedor, Para mi fue una gozada, como si hubiera asistido a una buena representación de un ballet de Tchaikowski. Si, una gozada, aunque mis compatriotas resultaran ser los perdedores. Tampoco, claro está, llegué al derretimiento cuando nuestro equipo nacional se proclamó campeón del mundo hace cuatro años.
Y eso que casi podría comprender a los fans de la selección española de fútbol o los del atletic de Bilbao; podría comprender que gozaran con los "éxitos" de sus paisanos y compatriotas. Lo que me siento incapaz de entender de ningún modo es a los forofos del Madrid o del Barcelona o de cualquier otro equipo de esos cuyos jugadores han sido espigados por esos mundos de Dios a golpe de dinero, a golpe de miles de millones de euros. (Una sangría, por otra parte, para una nación que está como estamos)

COMPRO ORO

Hoy he visto con agrado y esperanza que uno de esos antros de perdición donde se compra oro ha cerrado en mi barrio.
Ya se que una golondrina no hace verano, pero también me consta que no hay verano sin golondrina. Quizás el cierre de ese avispado chupapobres no sea nada, pero a lo mejor, eso espero, sea el comienzo de un cierre generalizado de todos esos establecimientos de mala nota que han proliferado con esta crisis de los cojones; sólo entonces sabremos que, de veras, la crisis ha pasado. Y yo que lo vea.