Una persona muy querida y respetada por mi me ha hecho ver
que, generalmente, me inclino a meter el dedo en la llaga de las cosas
negativas, que casi nunca hablo de las cosas positivas que haberlas haylas.
Por eso quiero mostrar a los cuatro vientos mi alegría por
haber leído los siguientes párrafos
extraídos de la encíclica Evangelii gaudium del papa
Francisco.
La paz social no puede entenderse como un irenismo o como
una mera ausencia de violencia lograda por la imposición de un sector sobre los
otros, También sería una falsa paz aquella que sirva como excusa para
justificar una organización social que silencie o tranquilice a los más pobres,
de manera que aquellos que gozande los mayores beneficios puedan sostener su
estilo de vida sin sobresaltos mientras los demás sobreviven como pueden,
Las reivindicaciones sociales, que tienen que ver con la
distribución de los ingresos, la
inclusión social de los pobres y los derechos humanos, no pueden ser sofocados
con el pretexto de construir un consenso de escritorio o una efímera paz para
una minoría feliz. La dignidad de la persona humana y el bien común están por
encima de la tranquilidad de algunos que no quieren renunciar a sus
privilegios.
La necesidad de resolver las causas de la pobreza no puede espera, no sólo por una exigencia pragmática de obtener resultados y de ordenar la sociedad, sino para sanarla de una enfermedad que la vuelve frágil e indigna y que sólo podré llevarla a nuevas crisis.
Los planes asistenciales, que atienden a ciertas urgencias, sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras. Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema.
La inequidad es la
raíz de los males sociales.