La gente de orden, es decir, los votantes del PP y muchos de los que votaron socialista se han rasgado las vestiduras porque ese alcalde de Marinaleda al frente de cuatrocientos sindicalistas ha cogido sin pagar unos cuantos carros de la compra con alimentos de primera necesidad para dárselo a las familias más pobres. El valor de lo que cogieron no puede ser muy elevado; quizás mil euros tirando por largo. Pero aunque fueran diez mil, la cosa no es para rasgarse ni tan siquiera un calcetín.
La gente de orden que tiene noticias de casos de corrupción, de estafas, de robos por parte de miembros muy destacados de esas mismas gentes de orden no han movido un solo músculo de su cara y se limitan a dejar que la justicia siga su curso, su lento curso.
Me pregunto la razón de esa impavidez ante lo mucho robado y la exaltación ante lo poco cogido para entregarlo acto seguido a los más necesitados.
Llego a la conclusión de que es eso precisamente. Pillos como Urdangarín, la abuela política de Felipe de Borbón y todo un largo etcétera de gente guapa son unos pocos; aunque cunda su ejemplo no hay riesgo de que sus fechorías puedan ser imitadas por la generalidad de los necesitados, sencillamente porque para hacerlas hay que tener de por si posiciones de privilegio y los necesitados no las tienen.
En cambio, el ejemplo de los cuatrocientos sindicalistas cogiendo lo que verdaderamente creen que necesitan sus vecinos para socorrerlos es una cosa que puede ser contagiosa y en esta sociedad que engendra paro y pobreza sin tregua es muy probable que ese contagio se produzca en fecha no muy lejana, porque ni tan siquiera nuestra santa madre la iglesia condena al que roba para comer.