martes, 7 de agosto de 2012

VALORES OLÍMPICOS

Los juegos olímpicos tienen un cierto atractivo. Se supone que son el paradigma universal del deporte en su expresión más noble. Sin embargo, a lo largo de mi ya demasiado dilatada larga vida he podido ver como se han ido pervirtiendo paulatinamente algunos de los fundamentos de su razón de ser.

Comenzamos por aquella tergiversación del lema “lo importante no es ganar, sino competir”. Se sustituyó poco a poco por “lo importante no es ganar, sino participar”. Hay una apreciable diferencia entre competir y participar.
Compitiendo uno hace todo lo posible para ganar y, si no se gana, se acepta deportivamente que el otro, el ganador, ha sido mejor; uno queda satisfecho con saber que ha puesto de su parte todo cuanto ha podido para ganar.
Participar, sin embargo, tiene un contexto de buenismo inaguantable. El que participa se satisface en la sola participación, en ser compañía, en estar allí para que los mejores se luzcan.

Pero de eso hace ya años y uno ha aprendido a no segregar bilis cada vez que lo oye.

Lo nuevo de ahora, de estos últimos días, han sido dos comentarios oídos no recuerdo si por la tele o por la radio.

En los juegos, decía uno de ellos, el que gana alcanza la gloria los demás no cuentan. Es decir, se venía a decir ahora que lo importante es ganar.

El otro, con ocasión de que en una prueba de tiro nuestro concursante estaba calificado en 4ª posición, el comentarista literalmente rezaba para que los que estaban clasificados por delante marraran sus tiros para que el nuestro pudiera llegar al medallero. Es decir, no se deseaba que el nuestro lo hiciera mejor, sino que los otros lo hicieran peor.

Este tipo de comentarios tan aparentemente banales son los que van minando los valores en los que uno creía para asentar una sociedad lo más digna posible.


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