Algo tan
obvio como que las víctimas merecen mayor atención que los verdugos no sería
menester que se pusiera de manifiesto. Sin embargo es preciso comenzar cualquier
exposición en relación con el tema poniendo de manifiesto que se está con las
víctimas y que se es contrario a los verdugos. Este hecho da idea de hasta que
punto se ha ido malformando la conciencia social al menos en este asunto.
Se les ha
hecho creer a las víctimas de actos violentos y a sus allegados
(particularmente en actos de terrorismo y asesinatos) que tienen opinión más
respetable que la del resto de la sociedad para establecer las normas con las
que deben ser tratados sus correspondientes verdugos.
Esas
víctimas tienen todo el derecho del mundo a reclamar del estado todo cuanto
pueda atañer al alivio de su condición ocasionada en cierto modo por falta de
vigilancia eficaz de los medios de seguridad gubernativos. Sin embargo, es
preciso decirlo sin rodeos ni ambigüedades, no se les debe conceder opinión
cualificada a la hora de establecer las sanciones que hayan de aplicarse como
resultado de dichos actos de violencia. En casos de juicios con jurado ni tan
siquiera se les permitiría ser miembros del mismo.
Ya alguien
en el siglo XVII, John Locke, era de la opinión de que “hubiere sinrazón en que
los hombres fueran jueces en sus propios casos, pues el amor propio les hace
parciales en lo suyo y de sus amigos, y, por otra parte, la inclinación aviesa,
ira y venganza les llevaría al exceso en el castigo ajeno, de lo que sólo
confusión y desorden podría seguirse;”
Y sin
embargo presenciamos con demasiada frecuencia actos de beatería moral en los
que se les hace creer a esas víctimas que deben ser las que marquen la política
del estado en relación con el modo más adecuado para erradicar o castigar las
conductas que fueron causa de su condición.
No hay comentarios:
Publicar un comentario