martes, 9 de febrero de 2016



TÍTERES EN CARNAVAL.

La cosa se veía venir desde hacía mucho tiempo. Se quisieron carnavales domesticados, o sea, carnavales postmodernos que parecieran carnavales pero que no lo fueran. Para ello los distintos estamentos institucionales establecieron premios para premiar…. No se lo que pretendían premiar.
El caso es que las distintas murgas, chirigotas y demás elementos del carnaval en vez de explotar la esencia del carnaval, es decir transgresión procaz de usos y costumbres que actuara una vez al año como válvula de escape, se dedicaron a la gracieta desvergonzada consiguiendo de ese modo algunas migajas de dinero público. De ese modo se daba el caso, absurdo si no fuera falso, de que el poder subvencionaba al supuesto fustigador de sus hechos.
Y llegó lo que tenía que llegar. Un grupo de titiriteros escenifica en carnaval un esperpento procaz, irreligioso, libertario, etc y la gente se lleva las manos a la cabeza. Unos se escandalizan porque se muestra una monja abortando con un crucifijo por bisturí, otros porque se presenta alguna corruptela policial, otros porque se ahorca a un juez y otros porque llevaron a sus niños a una sesión de títeres en carnaval. ¿Qué esperaban ver?. Lo de siempre. Un carnaval de gaseosa y limonada….
Lo realmente censurable es que las instituciones de algún modo pretendan domesticar el carnaval. No más dinero público para ser criticados, por favor.
Para tener un carnaval que no lo sea, mejor fue la solución franquista de llamarle fiestas típicas.


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