He estado unos días sin escribir nada. Tenía, ingenuo, la
esperanza de que las medidas anticrisis de los que gobiernan, si no óptimas,
fuera útiles cuando menos y que algo mejoraría la situación aunque fuera lentamente. Hubo ciertamente un
respiro en el que bajó la dichosa prima de riesgo; parecía que recobraba el país
la confianza de esos mercados sacrosantos ante los que nos arrodillamos cada
día. No ha sido así. La receta Rajoy se obstina en ser errónea y nociva, como,
por otra parte, era de suponer.
Porque no hay nadie que de buena gana preste dinero a
alguien que lo pide prestado para pagar intereses de antiguas deudas. Porque no
hay nadie que de buena gana preste dinero al que recauda menos de lo que gasta.
Nadie quiere prestarle a un sablista empedernido por más que nos diga que se va
a privar de todo para devolvernos lo que nos pide.
Y así estamos. Cada vez producimos menos bienes y servicios
y cada vez se nos fuerza a producir menos. Así nos vanos todos a la puñetera m…
miseria. Gracias señor Rajoy, que le aproveche el habano aunque sea de la Cuba de su “amigo” Castro.
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