El presidente de la Generalidad de Cataluña ha fijado fecha
para una consulta soberanista: creo que es el nueve de noviembre del próximo
2014. Es decir, en un plazo de menos de un año se habrá materializado el
conflicto segregacionista de esa Comunidad Autónoma.
Cuando yo era adolescente se hizo muy popular un espacio
radiofónico en el que un humorista (Pepe Iglesias, el “zorro”) presentaba
personajes ficticios que nos hacía reir. Uno de esos personajes contaba las
cosas que le sucedían a un tal “finado Fernández”: “…le avisaron con tiempo, le hicieron señas incluso, le advirtieron
seriamente que la apisonadora, aunque muy despacio, llegaba; pero él no se lo
quiso creer y del pobre Fernández nunca más se supo…”
Algo muy parecido a lo dicho sobre el finado Fernández está
ocurriendo con este conflicto segregacionista. De alguna manera, en el
transcurso de los años , se ha ido manifestando de forma creciente, de forma
uniformemente acelerada, el deseo de un buen número de habitantes de Cataluña
de que se les reconozca el derecho a decidir acerca de quieren o no quieren
seguir siendo parte del reino de España. “…y
ellos (un buen número de españoles) no se lo quisieron creer…”.
La sola solución que se ocurre a nuestros gobernantes es
hacer de don Tancredo y, ante un movimiento social de parte de la población,
esgrimir la constitución y amenazar con el empleo de la fuerza para sojuzgar a
esos elementos ciudadanos que no se sienten libres. Hace ya un tiempo ya
manifesté mi pesar porque la sociedad que habita en Cataluña quisiera separase
del resto de los españoles, pero también manifesté con toda rotundidad que esa segregación sería menos reprobable que la
conservación de la unidad a costa de violentar la voluntad de esa sociedad
libremente expresada porque eso sería una forma de esclavitud. Los estados, las
patrias, deben servir para el bienestar de los ciudadanos, no para oprimirlos.
No quiero finalizar sin aportar lo que a mi parecer podría
ayudar a la solución de este tipo de derivas nacionalistas. Hay que consultar
al pueblo y escuchar la voz de su soberanía. Hay que preguntarle claramente y
vincularse con la expresión ciudadana. Convoque el gobierno del reino de España
un referéndum en todas la comunidades autónomas del estado. Pregúntesele a los
votantes si quieren o no que se les reconozca el derecho de decidir si ellos
quieren o no quieren que su propia Comunidad Autónoma siga formando parte del
estado español. Sería una consulta perfectamente
ajustada al marco constitucional ya que sería consultado todo el pueblo español
y serviría, además, para ver con claridad lo que siente ese pueblo soberano.