lunes, 26 de marzo de 2012

SOMOS UN ESTADO SOCIAL DEL REVES

Quiero poner de manifiesto, aunque el voto sea secreto, que yo voté en contra de nuestra constitución. Para mi entender se trataba de un texto demasiado extenso, demasiado prolijo, demasiado complicado para ser objeto de una consulta popular a si o no. Para mi entender cualquier texto así de detallado, de largo y de farragoso hubiera obtenido el mismo respaldo popular aunque hubiera expresado conceptos básicos totalmente diferentes. Toda consulta para que el pueblo respalde con su voto soberano no puede sino pormenorizado y referido a cuestiones muy concretas. No me vengan con la milonga de la carta magna que respaldaron en referendum los españoles.
En la constitución de un estado no debe haber referencias explícitas a cosas tan opinables y controvertidas como monarquía o república, laicismo o religiosidad, número máximo y mínimo de representantes…
Lo que faltaba fue la gilipollez con perdón de incluir en la intocable constitución española eso de que el déficit presupuestario del estado no puede exceder del no se cuantos por ciento; me da lo mismo la cantidad. Hay teorías económicas en ese sentido o en el contrario; depende de la ideología y capacidad del gobierno que quieran darse cada cuatro años los ciudadanos.
Dicho todo esto, yo hubiera, sin embargo, votado afirmativamente el artículo 128 en el que se manifiesta que toda la riqueza de la nación está al servicio

 Artículo 128:
1. Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general.
2. Se reconoce la iniciativa pública en la actividad económica. Mediante Ley se podrá reservar al sector público recursos o servicios esenciales, especialmente en caso de monopolio y asimismo acordar la intervención de empresas cuando así lo exigiere el interés general.

Lo malo es que la mayoría de las veces, el interés de los poderes fácticos no coinciden con el interés general y, en caso de este conflicto de intereses, ya sabemos quien lleva las de perder. Volvemos una y otra vez al slogan cruel del “Al pobre palo; que hubiera nacido rico”



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