lunes, 29 de agosto de 2011

PODEROSO CABALLERO ES DON DINERO



Ahora resulta que se puede modificar la CONSITUCION en poco menos de tres meses sin necesidad de consultar con el pueblo en el que reside la soberanía nacional y del que emanan todos los poderes.
Parece que no parece conveniente esta consulta no vaya a ser que el pueblo decida que no se le apetece nada en absoluto esa especie de sacrificio en el altar de eso que llaman los mercados. Parece pues que se le tiene miedo a lo que pueda opinar el soberano nacional, el pueblo. Ya decían algunos que todo parecido entre esto y una democracia era pura coincidencia. Deberíamos, a lo mejor, aprender de los islandeses.
¿No sería más importante y quizás más urgente modificar el artículo 1.3 ese de “la forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria”. En estos momentos de ahorros tan necesarios sería seguramente una buena contribución a ese ahorro. Ya sabemos lo fácil que es modificar la ley de leyes.
O ese otro artículo 57.1 de la sucesión a la corona en que se expresa el machismo tan condenado de que se prefiere en el mismo grado, el varón a la mujer. Todo puede ser aplazado, menos ese tributo a los mercados que exigen unos presupuestos equilibrados. Los mercados rigen ahora el orden internacional, ponen y quitan gobiernos y estrangulan economías. Para hacerlo alguna vez tienen que perder un poco de dinero, pero una vez conseguido su objetivo lo vuelven a recuperar con creces. A los mercados se les antoja que los gastos en atenciones sociales a los más desfavorecidos no es rentable para ellos y hacen todo cuanto en su mano está para que desaparezcan, lo harán al precio que sea. A poco si se cargan a Obama por haber querido extender la sanidad social en USA. Los mercados no son otra cosa sino el dinero que como ya dijo Quevedo es poderoso .Zapatero podría recitar ahora ese verso de “Madre, yo ante el oro me humillo”. Y su rival Rajoy continuar con el siguiente de “Él es mi amante y mi amado”. Un poco de dignidad no nos vendría mal, aunque fuera a costa de descender unos cuantos escalones en el ranking del glamour económico.

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