jueves, 1 de septiembre de 2011

MI FE CRISTIANA


Esta es la vida que yo cuento de Jesús el Nazareno, aquél que con sus enseñanzas fundamentó todo lo bueno que se ha producido en el mundo desde entonces, aquél del que se han servido muchos que se dicen sus seguidores más conspicuos para cometer las más horrendas atrocidades.

Esta vida que yo digo no será ni más ni menos real que cualquier otra que se haya escrito, pero al menos prometo que será breve y concisa.
Parece ser que nació pocos años antes del comienzo de la era cristiana cuando sus padres huyendo al exilio en Egipto, se detuvieron en Belén por la inminencia del parto. Las razones de esa huída no están del todo claras, pero parecen estar relacionadas con alguna lucha por el poder en la que Herodes el Grande (del 73 al 4 antes de cristo) pretendía acabar con lo que hoy en día conocemos como la Sagrada Familia.
Durante su exilio en Egipto, Jesús debió recibir una esmerada educación puesto que a su regreso a Israel, apenas un púber incipiente, ya conocía las escrituras hasta el punto de mantener profundos debates con los rabinos más cultos. Seguramente fue instruido en otros muchos conocimientos esotéricos propios de la cultura egipcia que seguramente puso después en práctica en uno u otro momento de su vida.
Cuando al cabo de algunos años las condiciones permitieron el regreso de la familia a Israel, se instalaron en Séforis o en alguna de las aldeas cercanas a la capital de Galilea. El cabeza de familia ganaba el sustento ejerciendo de carpintero. No sabemos con certeza el número de hermanos que tuvo Jesús, pero al menos conocemos el nombre de uno, Santiago, que a su muerte asumió el control del movimiento, secta, religión o como queramos llamar al incipiente conjunto de sus seguidores en aquellos primeros años. A algunos podrá parecer que digo una herejía con esto de los hermanos de Jesús, ya que el dogma es que María fue virgen antes, durante y después del parto y que para sostener esa afirmación se han retorcido todos cuantos argumentos pudieran tener que admitirse hasta el punto de significar otra cosa distinta a lo que dichos argumentos explicitaban. A mi por lo menos, el hecho de que María fuera o no fuera virgen no le añade ni le quita nada a su grandeza o a su normalidad, por eso prefiero creer que las cosas suceden del modo más natural posible y de acuerdo con la naturaleza humana. Por eso, al no tener afán injurioso mi creencia, no creo estar haciendo nada incorrecto ni ofensivo para nadie y mucho menos algo capaz de lesionar a Dios.
Tan pronto tuvo edad para ello, Jesús abandonó el hogar familiar y marchó a Qu’ram a unirse a los esenios. Allí concluyó su formación y creyó encontrar la vía definitiva para el bien de la sociedad; por supuesto, primero de la más cercana a él, pero vislumbrando un horizonte global que abarcara a todas las naciones, a toda la humanidad. Hemos de tener en cuenta que su primera formación transcurrió en Egipto y que, por lo tanto, su visión moral debía ser más cosmopolita, más amplia que la del común de los israelitas. De lo que no puede cabernos duda es que lo que predicaba, lo que enseñaba, chocó fuertemente tanto con el poder religioso establecido, como con el poder político de su tiempo. Ese enfrentamiento acabó llevándolo a su ejecución, a su crucifixión. Estas enseñanzas llevaron a las cruentas persecuciones en Roma cuando los seguidores de Jesús comenzaron a expandirse y a ser conocidos.
Luego… eso es otra historia. Yo fui educado en la doctrina de Jesús el Nazareno y he procurado atenerme a ella a lo largo de toda mi vida. Creo, además, que si la sociedad entera pusiera en práctica esa doctrina se produciría lo que llevamos dos mil años pidiendo al rezar el padrenuestro, VENGA A NOSOTROS TU REINO. Es decir, la implantación del reino de dios aquí, en la tierra, sin esperar a morir para conseguirlo.
Los demás temas que rodean las enseñanzas de Jesús el Nazareno, para mí, carecen de importancia. No me preocupa que dios sea una o tres personas (ni siquiera discutiría de eso con nadie), no me preocupa si su madre fue virgen o no, no me preocupa si resucitó o no por mucho que Saulo de Tarso dijera que si no resucitó, la fe de los cristianos era inútil, me preocupa mucho más el más acá que el más allá, el Nazareno no vino al mundo para hacer milagros, no vino al mundo para ser glorificado, no vino al mundo sino para decirnos sus palabras…
A mi, como le ocurrió a Francisco de Javier, no me mueve para quererlo el cielo que me tiene prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderle.
Me conmueve ver sus afrentas y su muerte por predicar con valor y dignidad la doctrina de los cristianos; lo demás, los dogmas eclesiales por ejemplo, para mí son accesorios inútiles que seguramente sólo sirven a la iglesia.
Como a Francisco de Javier, me ocurre que sean las cosas como fueren en el más allá, seguiría queriendo lo mismo a Jesús el Nazareno.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Hace algún tiempo que me viene rondando por la cabeza,la figura de Jesús.Pienso en él,como en un eslabón excepcional,de esta cadena de la Humanidad.Me pregunto;como tuvo opción de estudiar escrituras antiguas(supongo,que los clásicos).Dejo a un lado,la intervención divina y considero dos posibles circunstancias.Jesús pertenecía a una familia influyente;a pesar de que se dijo,que era de familia humilde.Es difícil de entender,que una persona humilde tuviera acceso al estudio,en aquella época.Y la otra posibilidad,fué,que a temprana edad,observaron en el un coeficiente de inteligencia superior(superdotado).Al margen de elucubraciones;lo esencial es,su legado.Se trata de cultivar las cualidades o virtudes"como se quieran llamar"humanas.Es comprensible la dificultad en su aplicación;pero son sencillas:Generosidad,Bondad,Honestidad,Tolerancia,Humildad,Compasión,Paciencia,Perseverancia,Prudencia....Jesús bebió de las fuentes "de los clásicos",y nosotros también.Así,no se romperá la cadena;a pesar de los malos tiempos.