El primer problema que tenemos los castellanoparlantes en relación con el problema lingüístico en Cataluña es que, no se muy bien con qué fundamento, creemos que para los catalanes, el idioma catalán es sólo un hobby, una mera boutade, un querer distinguirse porque si del resto de los españoles.
No queremos darnos cuenta de que, para los catalanes, el catalán es su lengua materna, la que han oído desde antes de nacer en el seno de sus madres, la que ha marcado de por vida el desarrollo de sus mayores capacidades para aprender y comunicarse con los demás.
Las personas, particularmente los niños, aprenden mejor cuando aprenden en su lengua materna y es por eso por los que los catalanes quieren que las clases en sus escuelas se impartan en catalán. A mi, eso no me parece ningún disparate ni veo en ello motivo de cabreo por parte de nosotros, los castellanoparlantes.
El segundo problema que tenemos es que desde Felipe V hemos intentado cargarnos el idioma catalán y estuvimos casi a punto de conseguirlo durante el siglo XIX y, posteriormente, con la larga dictadura de Franco. Hemos considerado a Cataluña como tierra conquistada y hemos querido imponer por narices nuestro idioma. No me extraña que cada vez que puedan quieran defenderlo y reparar el daño que le hemos hecho con nuestros ataques.
Ahora, por nuestra parte, les queremos imponer a los niños castellanoparlantes que, por mor de los destinos familiares, tengan que cursar parte de sus estudios en Cataluña, se les enseñe en castellano, es decir, en su lengua materna también. Si los recursos docentes fueran infinitos no habría ningún problema; pondríamos traductores simultáneos, como en la ONU , para que las explicaciones de los profesores fueran atendidos por los alumnos en sus respectivas lenguas maternas; otros aportarían la alternativa de que unos colegios fueran para castellanos y otros para españoles, en fin, no es un problema fácil porque, por ejemplo, esta última alternativa dividiría la sociedad que habita Cataluña en dos grupos lingüísticos difícilmente reconciliables.
La política que se está siguiendo hasta ahora, basada en la denominada inmersión lingüística, parece bastante acertada. Me parece que las personas que se han educaqdo en esa enseñanza “bilingüe” tiene unos niveles de conocimientos generales e idiomáticos, cuando menos comparables con los mejores del resto de España.
De todos modos siempre hay casos excepcionales en que determinados padres exigen su derecho a que se les impartan clases en castellano; seguramente no llegan a entender lo que esa exigencia tiene de segregacionista, pero también para estos casos habría que aportar alguna solución por parte del estado central, que en todo caso no puede ser la imposición, una vez más, de que la enseñanza sea en castellano.
Otra argumentación que suele hacerse, en cuanto atañe a este tema, es que no nos parece justo que los funcionarios del estado, jueces, maestros, notarios, etc, si quieren desarrollar su actividad en Cataluña, hayan de conocer la lengua catalana. Hay quien considera que si el funcionario de turno sólo entiende castellano, pues que sea el nativo el que abdique de su lengua para hacerse comprender; no se, pero me parece absurdo.
1 comentario:
¿Y sí la mayoría de los catalanes deseara la independencia?.El problema seria colosal a diferencia del lingüístico;y estoy de acuerdo con tus argumentos.Sí tener derecho,es tener buenas razones,esto es:evidencias,argumentos válidos,pruebas,etcétera.¿Tendrían derecho?
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