¿Cómo los gobernantes pueden estar tan ciegos?
Y si no están ciegos…. ¿cómo pueden ser tan malvados?
Y si tampoco es que son malvados… ¿cómo pueden ser tan ineptos?
Estamos metidos en una crisis económica tremenda que se traduce en una drástica reducción de la demanda interna. La gente no tiene dinero para comprar bienes ni servicios y ello acarrea que las empresas no puedan vender los bienes y servicios que ofrecen. Toda esta cadena conduce al cierre de las empresas, a un incremento del número de parados; así el estado recauda menos y gasta más para atender a los desempleados…
Y la receta que se les ocurre aplicar es reducir el gasto público. Con ello se aumenta aún más el número de parados, consecuentemente se aumenta el gasto por subsidios de desempleo, la sociedad en su conjunto se empobrece un poco más, disminuye la demanda de bienes y servicios y se cierran algunas de las empresas que todavía resistieron el primer embates, más paro y la cadena no cesa de ahondar cada día un poco más en la crisis económica.
Los gastos del estado alcanzan cifras difíciles de soportar y se recurre a pedir dinero prestado, se recurre a la emisión de deuda pública para poder atender los gastos sociales; a su vez los intereses de la deuda agravan todavía más el déficit del estado. ¡Valiente panorama si la receta va a seguir siendo la disminución a toda costa del gasto público!
Indudablemente no se puede sostener el funcionamiento del estado con un déficit continuado. Pero el déficit puede disminuirse de dos formas, recortando el gasto o aumentando los ingresos. Los conservadores neoliberales aplican como un dogma la receta de la austeridad del gasto; ya vemos que no funciona sino que hace peor la situación. En contraposición los seguidores de Keynes proclaman la urgente necesidad de aumentar el gasto público. Ya estamos suficientemente endeudados como para seguir pidiendo prestado. Se hace preciso incrementar los ingresos del estado mediante un aumento de la presión fiscal tan progresivo como sea posible.
El mundo económico funcionaba mejor con las teorías keynesianas que con el monetarismo de la escuela de Chicago imperante desde 1980 y que nos ha traído a esto que estamos viviendo. El economista norteamericano Krugman, premio nobel de economía de 2008, sostiene que esto es así y ya predijo en 2003 a donde lleva la política de disminución de la presión fiscal y del gasto público consiguiente, a una crisis económica que se producía solo cuatro años más tarde.
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