Con demasiada frecuencia, porque parece ser obvio, nos predican que la economía del estado es como la de un hogar. No se puede gastar más de lo que se tiene, porque si gastas más de lo que tienes será a costa de endeudarse y esa deuda, tarde o temprano, habrá que amortizarla.
Sin embargo la economía del estado no es en absoluto como la economía de un hogar. Lo normal en un hogar es que los ingresos sean fijos y a eso es a lo que se debe ajustar el presupuesto familiar.
Por el contrario, en un estado los ingresos no son fijos. El estado, primero fija lo que tiene que gastar y luego recauda lo necesario para ello. Para eso se presenta un presupuesto que se tiene que aprobar cada año en el congreso. En ese presupuesto el gobierno presenta los gastos que cree precisos para el bien de la nación y la presión fiscal más adecuada para conseguir ese dinero. ¡Ojalá los responsables familiares pudieran actuar así!
El congreso, es decir, el pueblo soberano allí representado acepta, modifica o rechaza esa propuesta del gobierno y, una vez aprobado, el gobierno se encarga de encarga de llevar a cabo la recaudación de los fondos necesarios y de gastar lo autorizado.
¿Por qué entonces tenemos que estar un día si y otro también pidiendo prestado a los ya famosos e ignotos mercados obligándonos a pagar cada vez más en concepto de intereses?
Sencillamente porque los políticos no quieren gobernar; sólo quieren ser elegidos. Temen, los que gobiernan, decirle clara y francamente al pueblo lo que precisa gastar el estado y en que lo quiere gastar y, en vista de ello, lo que cada ciudadano tiene que aportar en función de sus ingresos para alcanzar ese objetivo común. Es decir fijar los impuestos necesarios para ello. Poner impuestos, sin embargo, no hace popular a un gobierno ni al partido que lo apoya; se prefiere ser reelegido a gobernar. ¡Valiente mamarrachos!
Lo popular, y nunca mejor dicho en este momento, es recortar los gastos del estado para así poder bajar los impuestos. Así se convence a mucha gente para que vote a los “populares”; gente que sólo se da cuenta de su error cuando ya es demasiado tarde.
Por eso, cada vez que oigo a un responsable político mostrar que su idea es recortar los gastos públicos para ajustarlo a los ingresos, me parece que no tiene ni idea de lo que es un estado o de que me está queriendo vender una moto que no anda.
Por eso yo nos voto a los que me vienen con esa prédica.
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