jueves, 1 de septiembre de 2011

EL CUANTO DE CAPERUCITA ROJA


Entre la casa de Caperucita y la de su abuela había un camino bien cuidado que rodeaba un intrincado bosque. Si caperucita se atrevía a adentrase por un estrecho sendero entre la maraña vegetal se ahorraría casi media hora de camino.

Llevaba una cesta con algunos dulces que su madre había hecho para la suya. Poco antes de llegar a la bifurcación que le permitiría tomar el atajo a su derecha por medio del bosque o seguir el bien cuidado camino a su izquierda, se encontró con Lobo Feroz que ladinamente le aconsejó que no se arriesgara a tomar el atajo del bosque porque había allí muy peligrosas alimañas y luego riéndose para sus adentros; él tomaría el camino más corto y llegaría con tiempo suficiente a la casa de la abuela para montar la farsa que todos conocemos, pero antes se tomaría un poco de tiempo para beber un buen vaso de vino en la taberna.
Así que Caperucita llegó a la bifurcación de caminos y, como nadie la observaba, tomo por ambos caminos a la vez. Una caperucita caminó alegremente por el atajo y la otra caperucita siguió tranquilamente por el bien cuidado camino.
Lobo Feroz acabó de beber y se apresuró por el atajo rumbo a casa de la abuela de Caperucita, pero la Caperucita del Atajo le llevaba ya buena ventaja y llegó a donde iba bastante antes que Lobo Feroz, así que cuando éste llegó imitando la voz de la niña para que la abuela abriera la puerta ninguna de las dos quiso abrirle y Lobo Feroz se enfureció tanto que sus aullidos se oían en todo el bosque; daba vueltas y más vueltas alrededor de la casa amenazando y profiriendo insultos tremendos contra la abuela y la nieta que estaban, aunque a resguardo, muertas de miedo.
Un buen rato después Caperucita del Camino avistó la casa de su abuela y pudo ver como el lobo estaba intentando apilar leña junto a la puerta para prenderle fuego y así obligar a que salieran las dos mujeres allí encerradas.
Sin más dilación corrió hacia un campamento de leñadores que había dejado atrás pocos minutos antes y les contó lo que ocurría. Allá que fueron a toda prisa los leñadores en socorro de las asediadas y mataron a la fiera alimaña.
Caperucita del Camino y Caperucita del Atajo se abrazaron llorando y riendo de alegría y la abuela abrazó a su nieta con cariño.






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