Había pensado en tirar la toalla, en abandonar. Comprendí que era inútil tratar de convencer a los neocons provincianos del Partido Popular de que lo que estaban haciendo al dictado de una fanática Merkel era suicida para la sociedad española muy probablemente suicida para toda la zona del euro. Había llegado al convencimiento de que no ignoraban su error sino de que trataban de hacer regresar la sociedad a tiempos pasados en que vivir, lo que se dice vivir, sólo estaba al alcance de unos cuantos. Una receta social ultraliberal y conservadora destinada a perpetuar unas relaciones de privilegio.
Pero ahora he comprendido también que son necesarias todas
las voces para evitar que los slogans que repiten incansablemente esa gente
malvada lleguen a calar en la mente de las buenas gentes y se dejen llevar al
matadero sin saber siquiera que los van a matar y estimando que sus verdugos
son sus bienhechores. Si finalmente nos ahogan y nos someten a esclavitud, que
sepamos quienes son los malos, los culpables y así nos quede la esperanza de
poder rebelarnos tan pronto como podamos.
Dicen que no hay dinero para mantener lo que llamamos estado
del bienestar. Quieren que eso sea lo que lleguemos a interiorizar. Pero no es
cierto. La verdad es que no quieren destinar dinero para mantener el estado del
bienestar. El dinero no se ha evaporado; lo que pasa es que los que lo han ido
atesorando (los mercados) no quieren emplearlo en sostener el estado del
bienestar sencillamente porque el estado del bienestar no les es tan rentable
como el estado liberal. En el estado del bienestar los poderes públicos están
vigilantes para que todos los ciudadanos gocen de los mismos derechos,
dispongan de las mismas oportunidades. En el estado del bienestar el estado
garantiza la mejor sanidad, la mejor educación para todos. El estado del
bienestar no es ni caro, ni barato; ningún servicio público es caro ni barato.
Sólo es necesario y conveniente o no es ni necesario ni conveniente. Es
cuestión de ideología.
Para que el estado del bienestar sea viable sólo se necesita
que los que más se benefician de las relaciones económicas de la sociedad sean
los que más contribuyan a que toda la sociedad goce de esos servicios públicos.
Este principio sencillo de entender fastidia mucho a esos que precisamente se
benefician excesivamente de las relaciones económicas (los mercados) y por eso
pregonan y nos machacan con el slogan de que no hay dinero. No los creáis. Ni
ellos mismos se lo creen.
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