Según se dice en el argumentario pepeista, la situación con la que se ha encontrado nuestro gobierno tras ganar las elecciones es semejante a la de una persona que, deslumbrado por el status del que disfrutaba un empresario, se empeñó en comprarle el negocio que tanto prestigio proporcionaba.
Pensaba que si aquel empresario, que era bobo e ignorante, obtenía aquellos beneficios sociales, él, que era listo e ilustrado según le habían dicho desde siempre, pondría aquella empresa, buena aunque mal gestionada a su parecer, en primera fila de la eficacia y su prestigio personal subiría hasta el cielo.
Para ello no escatimó ningún esfuerzo. Empeñó hasta su honor en el empeño y, finalmente, se vio dueño de todo aquello para disponer las cosas a su antojo, sin necesidad de darle cuentas a nadie.
Sin embargo las cosas no le fueron como esperaba. Resultó que después de tantos trabajos se había olvidado de lo principal, de lo único importante: no se había enterado de algo que hasta los más tontos sabían, aquella empresa que tanto ansiaba, ocho años anduvo metido detrás de ella, estaba al borde de la quiebra.
Ahora se lamenta. Pero, con el cabreo que tiene al verse sobrepasado por las circunstancias, no se le ocurre nada mejor que prenderle fuego a la empresa. Dios nos coja confesados.
Esta parábola es un remake de un antiguo chiste. Presumía cierto individuo de tener un chimpancé que le cocinaba, le lavaba la ropa, le ordenaba la casa y traía dinero a casa actuando por las noches en un circo estable de la ciudad.
Uno que lo escuchaba porfió en comprar aquella joya de simio hasta que finalmente lo compró por una gran cantidad de dinero.
Luego ocurrió que el mono ni cocinaba, ni lavaba la ropa, ni ordenaba la casa ni actuaba en circo alguno. Aquel mono era solamente un incordio que defecaba, comía y desordenaba.
Harto de aquella situación buscó al vendedor del mono y a voz en grito, para avergonzarlo delante de la gente, recitó todas las maldades e incompetencias del mono.
El vendedor se le acercó y le dijo en voz baja: “Si sigues hablando así del mono no vas a encontrar a nadie que te lo compre”
Así es. Mal que bien el tonto de ZP iba trampeando con una prima de riesgo llevadera y pagando unos intereses moderados por la deuda pública. Pero llegaron los listillo y no hicieron nada positivo sino pregonar que España era un completo desastre. La prima esa se subió a los cielos y no hubo quien quisiera esos bonos deudores de una empresa patria tan depauperada. Dios nos coja confesados.
Las medidas de nuestro gobierno son también semejantes a las de un arriero que se ganaba la vida con un borrico. Un mal día el jumento empezó a cojear y, como consecuencia, su dueño tuvo que reducir su negocio sencillamente porque el burro iba más despacio. Decidió, entonces, consultar a un veterinario que le dijo que curaría al asno por una cantidad que resultaba demasiado elevada para el arriero. Tendría que ahorrar si deseaba sanar al burro.
En sus cortas luces se le ocurrió que podría ahorrar restringiendo el pienso de la bestia. Así iba juntando monedas y monedas en una caja que, según sus cálculos, estaría llena en el largo plazo y así podría recuperar a su borrico. Sin embargo le entraron las prisas. El animal, escasamente alimentado, iba cada vez más lento. Quizás si ahorrara más deprisa conseguiría, pensaba el hombre, ahorrar lo necesario en un plazo medio. Para ello redujo aún más la ración de pienso, le daba de beber un día si otro no, y cesó de gastar en la higiene del jumento. Así pronto pudo llenar la caja con el dinero suficiente para pagar la factura del veterinario. Pero esa misma noche murió de hambre aquel pobre borrico y el dinero ahorrado no daba ni para comprar una cabra.
Ya lo decía Keynes. Las soluciones aconómicas a largo plazo nos encontraran a todos muertos.
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