miércoles, 22 de junio de 2011

EUFORIA ELECTORAL

La euforia de los políticos que ganan unas elecciones no es normal. Es sólo comparable a esas escenas que vemos repetidamente año tras año cuando la gente sale alborozada y brindando con cava porque les ha tocado el gordo de la navidad. A lo mejor es que uno y otro caso son más parecidos de lo que se puede uno imaginar. El destino les ha sonreído con una lluvia de dinero público.

Me viene a la memoria un caso que presencié hace ya unos cuantos muchos años. Un coronel acababa de ser ascendido a general; el nombramiento todavía no era efectivo, pero lo sería al día siguiente. Es decir, el coronel todavía estaba al mando de su regimiento y se encontraba en su despacho tramitando la entrega del mando a su segundo.
En esto llegó, como casi cada día, un hijo del recién ascendido, de unos ocho o nueve años de edad. Venía a ver a su padre, pero el secretario del coronel le dijo que no podía pasar, que su padre estaba muy ocupado. Le dijo que se sentara y esperara un poco.

Para darle alguna conversación al chiquillo le preguntó:
- “¿Estarás contento con el ascenso de tu padre, verdad?
Y aquel niño respondió con la tópica candidez de esa edad:
-“Claro, es como dice mi madre, por fin tenemos la llave de la despensa”.
Algo así debe ocurrir en el caso del que llega a alcalde, a concejal de urbanismo, a presidente de una diputación provincial, a lendakari,  a presidente, a diputado, a lo que sea. Tienen por fin la llave de una despensa. No se les ve embargados por la responsabilidad que están a punto de asumir, sino eufóricos por la lotería que les ha sonreído. ¡Joder, qué tropa!.
Luego se asombran de que la gente haya tomado conciencia de lo que son y estén indignados con ellos.



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