El poder, en política, en una democracia real, debería ser algo muy parecido a una pirámide sólidamente afirmada en el suelo. Una especie de castell humano en el que el que estuviera en la cumbre se asentara sobre los hombros de los que le apoyan directamente y así sucesivamente hasta llegar a la base popular que soportaría todo el castell.
El poder, en política, en una democracia como la que tenemos se parece más bien a una marioneta en la que los que están por debajo del líder son soportados y manejados por su dueño y señor. Una democracia no asentada sobre el suelo, sino colgando de las manos del titiritero, llámese Rubalcaba, Rajoy, Lara , etc, etc
Como dice don Antonio Garcia Trevijano, pasamos de una dictadura monopersonal a una dictadura bipartidista. No elegimos a nuestros representantes; ellos, el aparato de los partidos, los eligen y nos presentan a nuestros posibles representantes. Luego, nuestros supuestos representantes no nos representan, claro, representan los intereses de su partido; así el poder legislativo queda sumiso, dócil, al poder ejecutivo. ¡Pues, que bien!
1 comentario:
¿pero es que no nos queda otra?
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