viernes, 28 de octubre de 2011

LOS MALES DE LA MONEDA COMÚN. EL EURO.

Parece ser que no es demasiado bueno compartir moneda con otro país cuya pujanza económica es mucho mayor que la propia; inexorablemente será éste el que determine la política monetaria que se debe aplicar en cada instante, política que en todo caso se implementará para corregir los desajustes económicos a los que debe enfrentarse este país hegemónico.
Los países con menor importancia económica se verán así privados de las posibilidades que podría darles ser dueños de su política monetaria, no podrán implementar la que sería más correcta para corregir sus propios desajustes económicos.
Esos países satélites, en todo caso, serán afortunados si sus ciclos económicos están perfectamente sincronizados con el de la potencia que dicta la política monetaria. Con una gestión de gobierno normal, crecerán cuando el grande crezca y se contraerán cuando éste lo haga.
Sin embargo tal sincronización es prácticamente imposible en la realidad. Los ciclos económicos en cada país están desplazados; normalmente las crisis y las bonanzas se inician en las grandes economías y se van contagiando paulatinamente a todas las demás.
Las acciones para corregir las tendencias no deseadas, sin embargo, se producen, a instancias de la nación hegemónica, de un modo prácticamente instantáneo. Debido a este fenómeno, las medidas que adapte el dictador de la política monetaria para remediar un desajuste propio se aplican sin más a los satélites a los que dicha medicina en ese instante de su ciclo económico le produce más daños que beneficio.
Todo esto que parece tan razonable, sin embargo, no debe ser demasiado obvio; muchos estados han caído en la tentación de la dolarización. Algunos países han querido eludir la responsabilidad de dirigir su propia política económica, han echado mano con demasiada alegría de sus respectivos bancos centrales y provocado con ello una inflación desmesurada y provocado el hundimiento de las tasas de cambio de sus monedas. Esas naciones han visto en la dolarización el único remedio a su desastrosa política económica.
Es más, la mayoría de los estados integrados en la unión europea vieron como un objetivo deseable la implantación de una sola moneda para todos ellos. Todo fue bien mientras las cosas fueron bien, pero cuando vinieron las lluvias las potencias hegemónicas de la zona euro, principalmente Alemania, impusieron la política económica que mejor se adecuaba a la fase del ciclo de su problema que no era, precisamente, la misma fase del ciclo del problema de los estados más débiles. La implementación de los recortes de gasto en Alemania han tenido sin duda un efecto benéfico, pero esa misma implementación en Grecia la está llevando a la más absoluta ruina.
El verdadero problema es que hay una nación, Alemania, que quiere dictar la política económica sin hacerse responsable de lo que esa política impuesta provoque en los estados satélites.
Después de todo ese es el viento reinante en la sociedad postmoderna; se quiere tener autoridad y, a la vez, eludir la responsabilidad que toda autoridad lleva consigo.
El Reino Unido, una vez más, ha sido un modelo de prudencia al preservar su propia moneda.

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