jueves, 27 de octubre de 2011

ESPIRITU CRITICO

Cuando todavía en España respirábamos bajo la manta ominosa de una larga dictadura, la gente propalaba chistes para, de alguna manera, encontrar en algún rincón del alma un poco de aire de libertad.
En uno de ellos, un viajante de comercio en un vagón de tren se trasladaba de uno a otro punto de la nación. Compartía departamento con un inspector de policía, un furibundo adicto al régimen y otras tres personas corrientes, más bien acomodadas puesto que viajaban en primera, seis asientos en tanto que en el mismo espacio se apiñaban diez pasajeros en los vagones de tercera, mullidas butacas frente a bancadas de madera, en fin, un lujo de viaje.
El adicto al régimen comenzó a perorar acerca de las bondades de la dictadura comentando las noticias del periódico que leía:.
“En Guadalamilla han inaugurado una nueva central eléctrica”
El viajante decía entonces:
“¿La central de Guadalamilla?, yo estuve allí anteayer y no han empezado ni a poner los cimientos”
“En Bujalacar han puesto en función una fábrica de piensos compuestos”
“¿En Bujalacar?, el jueves pasado por Segoria por la nueva autopista de cuatro vías”.
“¿De Alimonte a Segoria?, Ayer mismo estaba sin asfaltar y estaban paradas las obras”.
Así transcurría le viaje ante la atenta mirada de los otros cuatro ocupantes del vagón. Finalmente el policía se levantó del asiento, sacó de un bolsillo unas esposas y se llevó detenido al viajante a la vez que comentaba con todo el peso de su autoridad:
“Menos viajar y más leer los periódicos”

En aquellos tiempos había que dudar de todo lo que se publicaba en los periódicos. Había que cribar cualquier artículo, cualquier noticia, a base de un sentido crítico que, de tal modo se había agudizado por la práctica diaria, que uno podía enterarse de casi todo a pesar de que se publicara como cierto lo contrario. Uno llegaba, por ejemplo, a convencerse de que de los dos hermanos Machado Antonio era el verdaderamente bueno sólo por lo mucho que se jaleaba en la prensa a su hermano Manuel. Sabíamos que la teoría de la relatividad de Einstein era cierta, ya que algunos cinéticos del régimen se encargaban de demostrar en periódicos generalistas la falsedad de esa teoría basándose en que iba contra el sentido común. Así se nos quiso presentar a Salvador Dalí como el auténtico genio de la pintura, sólo para que ignorásemos a Picasso que era comunista que había pintado un Guernica que desconocíamos por completo y que, además, ni siquiera sabía coger los pinceles; los hijos de cualquiera lo harían mejor.

Digo ahora todo esto no por mor de la memoria histórica ni por nostalgia del pasado, sino para alegrarme de que aquel régimen, por suerte ya casi olvidado, nos aportara algo valioso a pesar de todo: el sentido crítico que tuvimos que agudizar hasta lo indecible para no volvernos completamente idiotas. Ese sentido crítico que echo de menos ahora en la mayor parte de la sociedad más joven que nos rodea; ese sentido crítico que nos lleva a no aceptar nada como obvio, que se rebela contra eso que llaman sentido común, que no acepta la existencia de intocables vacas sagradas; ese sentido crítico que nos hace ver también los bueno en nuestros enemigos y también los malo en nuestros amigos; ese sentido crítico que se asombra con que las hambrunas y miserias de mil millones de personas no sean objeto de diaria atención en eso que llamamos los medios en tanto que no pasa día sin comentar los tardíos amores de la duquesa del alba con Alfonso diez el listo o cosas de idéntica calaña.

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