viernes, 25 de mayo de 2012

GOBERNAR NO ES FÁCIL

Seguramente todos pecamos de sectarios a nuestro modo. Muchas veces queremos dar recetas absolutas para solucionar problemas con enunciados cambiantes. La agria controversia económica existente acerca del nivel de intervención del estado en los asuntos económicos puede ser un buen ejemplo de ello.
Hay unos, los de la escuela de Chicago, que propugnan que el papel del estado debe ser el mínimo imprescindible para garantizar una convivencia respetuosa y solventar posibles litigios.
Hay otros, keynesianos, que abogan porque el estado juegue un papel importante en la economía.
Seguramente, como en casi todo, ambas partes tengan un punto de razón y que sólo sea cuestión de saber cuando actuar de una o de otra manera.
Dicen los que yo creo que saben que si hay una situación prácticamente de pleno empleo, el estado debe adelgazar como sostienen los de Chicago. La razón es que los recursos que moviliza el estado con sus gastos, los ha de detraer forzosamente de los que quisiera absorber la actividad privada con lo que frena la actividad económica de la sociedad.
Sin embargo, en situaciones de paro elevado hay muchos recursos ociosos, la actividad económica se paraliza y entra en una espiral depresiva como consecuencia de una escasez de la demanda. Es entonces cuando habría que aplicar remedios keynesianos incrementando hasta donde fuere necesario el gasto público para generar la demanda que se necesita para reactivar la economía.
Suele ocurrir, sin embargo, que los responsables de tomar estas prudentes decisiones están más influidos por su ideología política o de clase que por el pragmatismo exigible a los que se ocupan de la cosa pública. Gobernar no es tarea fácil por más que se lo crean la mayor parte de los que se dedican profesionalmente (¿?) a la política. La reacción primaria ante una crisis como la que padecemos (actividad económica decreciente por falta de demanda que genera un paro creciente y un gasto público cada vez mayor para atender las necesidades que se derivan del paro) es aplicar políticas de contención del gasto público. Con ello no se hace sino retraer todavía más la demanda y empeorar la situación. Es como cuando un conductor toma una curva demasiado rápido y no se le ocurre otra cosa que frenar en plena curva; lo más seguro es que de tres vueltas de campana).
La salida de esta crisis pasa necesariamente por el incremento del gasto público. El modo que se aplique para procurar los recursos necesarios para ese gasto, ahora si que es cuestión de ideología política. La derecha preferirá incrementar la deuda pública y los impuestos indirectos. La izquierda preferirá aumentar la progresividad de los impuestos directos tanto como sea necesario. Hubo un tiempo en Suecia en que la presión fiscal a los grandes ingresos era muy cercana al 100%; el que no quiso seguir ganándose la vida en Suecia se marchó y aquí paz y después gloria.



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