martes, 14 de febrero de 2012

EL PUFO AMBULANTE

Tuve una vez un compañero que me explicó la teoría del pufo ambulante. Esta teoría le permitía vivir a un nivel mucho más alto que el resto de sus colegas. Consistía la cosa en pedir prestado a un familiar una considerable cantidad de dinero con la promesa de devolverla a los muy pocos meses. Por supuesto esa cantidad la invertía en un coche, o en lo que fuera que considerara oportuno.
Poco después pedía ese mismo dinero o un poco más a otro familiar y le devolvía el préstamo al anterior y así sucesivamente. Era un buen pagador, no faltaba más. Los familiares y las amistades se fiaban de él porque siempre devolvía lo pedido.

Le pregunté que podría ocurrir el día que alguien no le diera lo que le pedía. Me respondió que todo se iría al carajo, pero entre tanto él seguiría viviendo mejor que los demás. No se que habrá sido de él; quizás pudo continuar con el pufo ambulante toda su vida.
Viene esto al caso de este continuo pedir dinero a los mercados por parte del gobierno. Da la sensación de que nos encontramos aplicando la teoría del pufo ambulante. Pedimos prestado para pagar lo que debemos. Es el cuento de nunca acabar. Cada vez estaremos más y más endeudados porque mi antiguo compañero no le cobraban intereses los familiares, pero a nosotros si nos cobran intereses los mercados,
No debemos seguir con esta pescadilla que se muerde la cola. Lo que, como nación, gastamos, como nación debemos pagarlo.
La situación, tal como yo la veo, es como un colectivo familiar que estuviera endeudado hasta las cejas pero que tuviera el garage repleto de coches de alta gama, que tuviera varias lujosas residencias de temporada, que tuviera mayordomo, doncellas y cocineras varias, que tuviera un yate en un lujoso puerto deportivo y que para continuar con su tren de vida ostentoso pidieran innumerables créditos y para tratar de pagar sus deudas cada vez mayores comenzaran por reducir los gastos de médicos y de farmacia, de los colegios de sus hijos, del diario de la comida…. Cuando con privarse del yate, o de los coches o de alguna residencia alternativa podrían acabar con ello de una vez.
Por decirlo claro, démosle un buen bocado a todas, todas, absolutamente todas esas grandes fortunas, que las hay, a todos esos sueldos escandalosamente altos, que los hay, y dejemos en paz a la gran masa de personas que sólo pretenden ganarse el pan de cada día aunque sea con el sudor de su frente. Es más facil que pase un camello por el ojo de una aguja que que un rico participe en el reino de dios.


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