Parece que la cultura del pelotazo ha conquistado el más allá.
El "vine, vi y vencí" de Julio César parece haberse transformado en el "morí y me canonizaron" del vaticano actual.
Parece, también, como que existiera mucha prisa para lograr la inmunidad que, de nuevo, parece alcanzarse cuando a uno lo proclaman venerable, beato o santo. Mientras uno no alcanza ese status, uno puede ser cuestionado, pero ¿quien se atrevería a cuestionar a un difunto proclamado santo, beato o venerable por la Santa Madre Iglesia?.
En el caso de Marcial Maciel no dio tiempo a gestionar este tipo de impunidad; no anduvieron listos y el escándalo de su vida estalló sin remedio.
Sin embargo en otros casos más recientes la celeridad en subirse a los altares ha sido algo más que sospechosa (San Escrivá, Beato Wojtila, los innumerables mártires de la cruzada española...), en tanto que monseñor Romero, Ellacuria y otros como ellos, PARECE que todavía tienen que demostrar que fueron dignos de ser imitados por los que seguimos la doctrina de Jesús el nazareno, tan pobre que no tenía donde reclinar su cabeza.
Los que murieron por predicar con los pobres y para los pobres siguen siendo pobres e ingenuos sin las debidas relaciones en la otra vida; por lo menos eso nos dice el santo padre que vive, (la mar de bien, ¿por que no decirlo?), en Roma; Dios lo bendiga que no le ha de sobrar la bendición.
(En la foto, Marcial Maciel, fundador de los legionarios de cristo y convicto de abusos sexuales).
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