El PP ha barrido en estas elecciones del 22 de mayo. Más en términos de poder territorial que en fervor popular. Ha pasado de tener 7,91 millones de votantes en 2007, a tener 8,47 millones en 2011; en estos cuatro años se ha ganado las preferencias activas de algo más de medio millón de personas.
El PSOE, por su parte, se ha caído del guindo. Ha pasado de 7,54 millones de votantes en 2007, a 6,27 millones en 2011; en estos cuatro años ha perdido la preferencia activa de 1,27 millones de personas.
Aunque la ganancia del PP ha sido más bien modesta, la pérdida del PSOE ha sido tirando a dramática; es una pérdida merecida. Los socialistas racionales, o sea, los que tienen cabeza para ser socialistas porque la razón les lleva a serlo, han juzgado como muy negativo, para la ética de la ideología, la gobernanza, que diría F.G.M. , de enfrentamiento a la crisis financiera; se ha querido aplicar remedios económicos neoconservadores bajo el imperio de los mercados de capital y, a la vez, preservar, sin fanatismos, algunos avances sociales. Se ha querido poner una vela a dios y otra al diablo, y el que en una bifurcación de caminos opta por los dos, acaba estrellado contra un árbol.
Ha habido, por otra parte, una participación de 22,98 millnes de personas frente a 22,49 millones en 2007; es decir, se ha incrementado la participación en algo menos de medio millón de votantes. Más o menos esta es la cantidad de votantes que gana el PP. Considerando entonces que el número de votantes que resta para los demás partidos es igual a la de 2007… ¿En donde está ese millón y cuarto de votos que se han desmarcado del PSOE?
Por otra parte, el conjunto de la abstención y de los votos en blanco o nulos ha descendido desde 13,46 millones en 2007 a 12,68 millones en 2011; ello representa otros tres cuarto de millón de votos activos que se han movilizado, pero que no han ido a parar ni al PP ni al PSOE. ¿En donde están, entonces esos dos millones de votos activos?
Están perdidos, atomizados por esa pléyade inmensa de siglas de todos los colores. Si esos dos millones de votantes sencillamente no hubieran ido a votar, la abstención hubiera subido hasta casi un 40 % que hubiera superado en más del 3% la ya alta abstención de 2007 y así hubiera sido de verdad una llamada de atención para ver de modificar esas cosas que se piden a gritos en la llamada Spanish Revolution.
Pero el tópico de que no votar sólo beneficia a los partidos mayoritarios a los que se quería castigar, ha hecho que ello no fuera posible. Quizás aprendamos para la siguiente ocasión. Sigo pensando que hay que mantener a toda costa lo que se ha iniciado este pasado 15-M, aunque de momento parezca que no ha servido para nada.
1 comentario:
Se agradecen todo tipo de análisis y reflexiones “en voz alta” como los tuyos, sobre todo en momentos cómo este en el que sería deseable que la reacción, a la que abiertamente me sumo, ante tanta insensatez y desmadre empezara por ser COHERENTE, exenta de “rabietas” o de decisiones tomadas a tontas y a locas.
Y antes las dudas de que el 15M sirva para algo, aprovecho una cita del último libro que acabo de leerme (Matar a un ruiseñor) para animarnos y recordarnos que...“hay que intentarlo a pesar de todo y luchar hasta el final pase lo que pase”.
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