Normalmente me fastidia oír a alguien que la solución a un determinado problema social, drogas, prostitución, criminalidad, etc, pasa por la educación. Me fastidia porque es una obviedad que esos problemas, siquiera nominalmente, se trata en cualquier centro educativo, y lo que la gente busca es una solución rápida a un fenómeno social lacerante.
Pero con esto de la actual crisis económica, aparte de demandar una solución expeditiva a los que tienen potestades para ello, sería exigible la inclusión de temas económicos en los estudios generales obligatorios del estado. No es suficiente incluir en la disciplina de matemáticas las fórmulas de los interese simples y compuestos.
La gente termina su etapa de estudios obligatorios en un estado de absoluto analfabetismo económico; conceptos tan básicos, importantes y de aplicación cotidiana, tales como lo que es el dinero, como funciona el sistema bancario, que doctrinas económicas se han aplicado a lo largo del teimpo y sus resultados, etc, etc, son desconocidos por la inmensa mayoría de los que terminan sus estudios obligatorios.
No es este un tema baladí. Casi me atrevo a decir que es tan grave este analfabetismo como cualquier otro; habría que dominar estos conceptos económicos básicos de modo parecido a como se sabe leer, escribir y las cuatro reglas aritméticas.
Es tal su importancia que el hecho de no estar desde hace mucho tiempo incluido en el currículo docente normal, me hace pensar mal y considerar que puede ser que no interese a la clase dominante que la gente vulgar y corriente se redima de esta clase de analfabetismo. Así somos presas fáciles para sus manejos y nos dejaremos llevar una y otra vez al matadero con la manida excusa de que estamos en crisis y no hay dinero para nada. La consigna, no por repetida mil veces menos falsa, es que debemos procurar primero que los ricos sean todavía más ricos para que así sus migajas puedan llegar a darnos trabajo para alimentarnos.
Pero ¿Qué le vamos a hacer si somos analfabetos?
Sólo nos queda ser carne de trileros.
Sólo nos queda ser carne de trileros.
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