jueves, 10 de noviembre de 2011

DEJEMOS DE ADORAR AL BECERRO DE ORO


Por más que me lo quieren explicar, no me aclaro, no lo comprendo. Dicen que todo ha empezado con la burbuja inmobiliaria y todo ese galimatías de las hipotecas ninjas y el contagio bancario a través de los paquetes de alto riesgo…. Bueno, bueno, no digo que todo eso no sea cierto, lo que digo es que no se que tiene que ver el culo con las témporas.

Siempre que hay una estafa, una estafa de cualquier tipo, unos sujetos, los estafadores, se apropian del dinero de otros tipos, los estafados, pero el dinero no se volatiliza en el aire, no desaparece, simplemente cambia de dueño.

Y si en 2007 había dinero a espuertas, ¿Cómo en 2011 no hay dinero en ninguna parte?

Estamos asistiendo a un juego de alta magia al estilo de aquel de David Copperfield haciendo desaparecer la estatua de La Libertad en Nueva York. Un maligno juego de prestidigitación, de escamoteo. Quienes sea que tengan acaparado todo aquel dinero son monstruos de la calaña de Hitler y Stalin, por citar sólo dos de lo mayores enemigos del género humano. Están esparciendo miseria por todo el planeta; miseria, hambre y dolor.

Antaño la figura del avaro, la figura del acaparador de dinero, era objeto de vilipendio por parte de la sociedad, hoy, por el contrario, es motivo de mérito y admiración; nos estamos dejando engañar por un puñado de trileros, así deberíamos llamar ahora a esos que quieren que les llamemos “los mercados”.

“Los mercados” no son una serie de fenómenos de la naturaleza del tipo de los huracanes, los terremotos ni las erupciones volcánicas. Quiero decir que no son fuerzas ciegas de la naturaleza, sino fuerzas sociales desarrolladas entre nosotros como un a mala hierba que todo se lo come, que todo lo invade. Detrás de esos mercados que están hundiendo con su usura países enteros hay respetados, que no respetables, mujeres y hombres de negocios que a fuerza de acaparar el dinero de todos han acaparado también un formidable poder, un poder que puede acabar con todos nosotros, los demás, si no nos rebelamos de alguna manera. Por lo pronto podríamos empezar por no adorarlos como bobos; da grima pensar los ríos de baba que han corrido con esa indecencia de boda de la duquesa del alba, con todo ese glamour de papel couché.

Dejemos de adorar al becerro de oro y todo lo demás se nos dará por añadidura. Eso equivale a buscar el reino de dios y su justicia, ¿no?.

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