sábado, 14 de enero de 2012

MIS CASAS, LA ALJORRA.

II

En esa casa de mi abuela nos reunimos para pasar la guerra nuestro núcleo familiar [1] y, además de los arriba nombrados habitantes de la casica, otras dos amigas de mi abuela, las hermanas Lola y Amparo Marabotto y otras dos hermanas, sobrinas políticas de mi abuela, Mary y Paquita Pastor, ésta era madrina mía. Siete que éramos nosotros más esas cuatro refugiadas nos acomodamos como pudimos y pasamos los tres años que duró la contienda. No recuerdo cual fue el reparto de dormitorios en aquellos tiempos, sólo puedo imaginarlo y reconstruirlo a través de fragmentarios recuerdos de conversaciones posteriores en las que sólo tangencialmente se hacía referencia a cualquier ocurrencia habida. Seguramente hubo que hacer juegos malabares para que cupiéramos todos, porque nuestra vivienda constaba, si no recuerdo mal, de cuatro dormitorios, un comedor, un cuarto de estar, una cocina con horno de leña y un aseo.
Después, cuando ya cada mochuelo volvió a su olivo, la casa era amplia para sólo nosotros y así es como la recuerdo.
Nos íbamos allí los cuatro hermanos con mi abuela tan pronto daban las vacaciones en los colegios. Nos trasladábamos las más de las veces en una galera [2]de alquiler tirada por un caballejo que invertía casi dos horas en el recorrido. Parábamos en la plaza de la iglesia y, lo primero de todo, entrábamos en la tienda de los “Narejos” a comprar vituallas y alpargates de suela de cáñamo que nos tendrían que durar todo el verano. Me fascinaba ver despachar el aceite por medio de una bomba aspirante-impelente que Rita, la hija de los dueños, accionaba llenando de aquel líquido dorado el cuerpo de la bomba que luego vaciaba en las correspondientes botellas de cristal.
Enseguida retomábamos la galera y a mitad del camino que lleva a Las Lomas del Albujón nos apeábamos. Estábamos en casa porque aquel camino dividía en dos la finca de mi abuela. A un lado estaba lo que llamábamos “El Lomo” y al otro lado “La Tejera” con el pozo, el aljibe, la balsa y la casa de la abuela construida en 1756, reinando en España Carlos III.


[1] Mi abuela Pepa, su hija y madre nuestra, Maruja, nuestro padre, Teodoro, y nosotros cuatro, Eugenio, Manuel, Carmen y yo mismo.
[2] La galera es una especie de tartana grande con dos ruedas menores que giran al modificar su trayectoria.

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